En El Salvador Soñar Es Un Acto De Valentía En Estos Tiempos

Ser joven en El Salvador siempre ha sido complicado. Desde que tengo memoria, las juventudes han sido protagonistas de las problemáticas históricas del país; de las problemáticas, pero, sobre todo, de las soluciones. Más frecuentemente, somos las jóvenes las que alzamos la voz, las que exigimos derechos, las que migramos, las que luchamos por un empleo digno. Ser joven en El Salvador siempre ha sido complicado, especialmente cuando no se nace en el privilegio y aún más, con un gobierno autoritario. Un gobierno que está empecinado en llenar sus cárceles con cualquier joven pobre que encuentren en una comunidad o un barrio, sin importar si son inocentes o no. Hoy, en el día mundial de la juventud, las jóvenes salvadoreñas podemos tomar la oportunidad para darnos un respiro y reflexionar sobre nuestra compleja realidad.

Las circunstancias en las que nacemos tienen un efecto en todos los aspectos de nuestra vida; en nuestra educación, nuestra salud e incluso en la forma en la que entendemos algunos conceptos que son básicos pero importantes para todo joven. Uno de esos conceptos es la posibilidad de soñar. ¿Cuál es el sueño de una joven promedio en El Salvador?, ¿una familia grande?, ¿una casa?, ¿un carro bonito? Puede ser, pero lo cierto es que en un país donde 9 de cada 10 jóvenes enfrentan dificultades para acceder a un empleo, un sueño para muchos. Un trabajo no solo significa recursos económicos, también significa la posibilidad de quedarse y no tener que emprender el viaje que miles de jóvenes salvadoreñas emprenden en busca de una mejor vida.

Pero ¿cómo es que algo tan vital como un empleo digno es tan difícil de conseguir? En El Salvador, las causas son muchas. Algunas de ellas, como la falta de acceso a educación de calidad, pueden ser cuantificables, pero en esta ocasión me enfocaré en una causa que es más difícil de medir con números, pero que es sumamente palpable: la estigmatización de las juventudes. La posibilidad de obtener un empleo digno siempre será prioridad para la mayoría de los jóvenes, pero en un régimen de excepción casi permanente, en el que no se respetan los derechos humanos ni la presunción de inocencia, muchos jóvenes trabajadores también deben preocuparse por evitar que un policía nervioso los capture.

¿De dónde viene esa estigmatización? El régimen de excepción promovido por el oficialismo es brutal, pero la estigmatización no es nueva. A los jóvenes nos tildan de bochincheros, de desocupados y de muchas cosas más. Y ¿por qué? Porque siempre somos nosotros los que alzamos la voz, los que incomodamos y los que siempre hemos tenido que luchar por nuestros derechos, pero lucha no es sinónimo de delito, ni joven de criminal, o, al menos, no debería serlo.

No soy una persona que creció con muchos privilegios, pero actualmente, mi trabajo me ha dado el más importante que he tenido hasta hoy: el de servirle a las juventudes salvadoreñas como diputada de la República. Hoy es un día oportuno para alzar mi voz y hacer un llamado: al gobierno de El Salvador, para que cese la estigmatización y la violación sistemática de las juventudes salvadoreñas; a la empresa privada: a que sean conscientes de la gran oportunidad que significa operar en El Salvador, un país que se caracteriza por contar un bono demográfico esperanzador y una juventud trabajadora; y las jóvenes, igual que yo, a que sigamos luchando por lo que creemos correcto, porque ser valiente siempre vale la pena.

Levantemos nuestras voces con más fuerzas para ser escuchados. Los invito a todas y todos a unirnos por nuestro país y construir un mejor El Salvador libre de discriminación, lleno de oportunidades para todos y sobre todo ¡libre de miedo!